Hoy sabemos que el Alzheimer es una enfermedad degenerativa que se manifiesta con deterioro cognitivo y trastornos conductuales, vale decir que es un deterioro de un grupo de neuronas, es progresiva y se puede hacer diagnóstico varios años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
A través de un examen completo realizado por el médico clínico, el neurólogo y de métodos complementarios como la Resonancia Magnética Nuclear, la evaluación neurocognitiva, Cámara Gamma, sumado a la presencia de biomarcadores que confirmen la presencia del gen de Alzheimer, puede trabajarse sobre la prevención precoz y los síntomas modificables.
El cuidado del paciente
El Alzheimer es una enfermedad con gran impacto sobre la calidad de vida de quien la sufre y de quienes le cuidan. La afectación de distintas áreas del individuo que comprometen el intelecto, la conducta y el funcionamiento global de la persona que lo padece, sumado a sus importantes repercusiones socioeconómicas hacen a la complejidad de la convivencia con este problema, que afecta al enfermo y a su cuidador, a su familia y a la comunidad en la que vive, convirtiéndose en una enfermedad familiar y comunitaria.
Es una enfermedad compartida en su asistencia entre neurólogos, psicólogos y psiquiatras. Hoy en día a nivel psicoterapia se hace mucho hincapié no solo en el cuidado del paciente sino también en la contención a los cuidadores para ofrecer un ambiente óptimo de tratamiento. Se debe comprender que nuestra población está envejeciendo rápidamente, cada vez hay más ancianos muy deteriorados, por lo cual es una patología demencial recurrente.
Los primeros síntomas
Los primeros síntomas pueden confundirse con vejez, estrés o depresión. En líneas generales podemos agrupar los síntomas de acuerdo a los cambios que se van presentando como:
-Cambios cognitivos: no recordar acontecimientos recientes, repetirse a sí mismo, mala organización, dificultades para tomar decisiones, mala comprensión de los conceptos de tiempo y espacio, dificultades en el aprendizaje .
-Síntomas funcionales: disminución de la capacidad de realizar las actividades cotidianas normales y las más complejas: higiene, manejo del dinero, dificultades para vestirse, desequilibrio. Finalmente, las personas que padecen Alzheimer acaban postradas.
-Síntomas conductuales o psicológicos: desde conductas socialmente inadecuadas: delirios, agitación, agresión, depresión, cambios del humor, la apatía y el desinterés es frecuentemente persistente a lo largo de la enfermedad, cambios del apetito o de la alimentación y los cambios en el hábito del sueño, son particularmente difíciles de tratar para la familia y el cuidador y con frecuencia son la razón por la que el paciente suele ser trasladado a una residencia.
-Señales de alarma pérdida de memoria: Dificultades para planificar y resolver problemas; dificultades para completar tareas habituales en el hogar, trabajo; dificultades para planificar o resolver problemas; dificultades en la relación espacial, en el lenguaje tanto en palabras escritas o habladas; extravío de objetos y retracción social o laboral.
-Cambios en la personalidad y ánimo
El tratamiento
El paradigma actual es la intervención en etapas tempranas, trabajando sobre un eje de prevención en personas sanas y detección precoz ante los primeros síntomas en etapas tempranas. En los últimos años se ha podido comprobar que hay factores que modifican el curso de la enfermedad haciendo que vayan más lentos la aparición de síntomas y la gravedad de los mismos incluso que la enfermedad aparezca más tarde. Hay factores de riesgo: edad, genética, la presencia de HTA, colesterol alto, diabetes, obesidad, sedentarismo. Los tratamientos para dicha patología pueden dividirse en:
-Tratamiento farmacológico: destinados a mejorar algunos de los síntomas de la enfermedad: antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos y antipsicóticos para los reducir la agresividad, la psicosis en los pacientes que tienen alterada la conducta.
-Tratamiento no farmacológico: retrasar el avance del Alzheimer, propiciar un entorno socio ambiental favorable, proporcionar un ambiente seguro desde el espacio físico facilita también la tarea del cuidador. La dieta, ejercicio físico, enfermedades comórbidas controladas, evitar el aislamiento, terapias cognitivo-conductuales y estimulación neurocognitiva, ayudan en el tratamiento.
Desde el Servicio de Salud Mental de la CPVS se trabaja diariamente en brindar contención a quienes transitan dicho deterioro y quienes acompañan al padecido. Invitamos a realizar su correspondiente consulta con el servicio para poder sobrellevar la patología.